Aunque tienes muchas marcas, no puedo reconocerte.

Podré equivocarme en darle cuerda a relojes viejos, que tanto añoran volver al tiempo de los besos y el adiós. Podré equivocarme con lo sumiso y la altanería…, las definiciones y los dilemas. Pero existo.

Su pelo rubio..., su piel que intriga, su risa amante…, tacos clavándose como agujas, en un pajar de encuentros. Sus labios tristes y mal besados, ironizan todo ese voltaje que sus ojos me inventan. Su anamorfosis, señores…, enamora. Culta y simple, real…, tan real como su veneno.

Ahora que me sincero, su pelo no es rubio…, es que lo veo así porque no se da por vencida a la hora de espantarme…, y piensa que lo logra jugando a las escondidas, casi! casi lo logra.

Las pequeñas cosas, son las que delatan los grandes sacrificios del amor…, creo, queriendo equivocarme…, que sus piernas vienen hacia mí…, pero ese atrio me hace esperar a que de un paso en falso…, y su cuerpo sin quererlo, roce el mío.

Su idea, es la antípoda de la mía…, ella existe, pero no se muestra por la avaricia que causan sus labios…, queriendo ser besados, pero no maltratados.

Doy el mote de sueño a todo lo que por causas ajenas a la realidad, existe, genera, como un motor incandescente, amor en estado puro…, te siente y no muere. Ella sabe que sueña, pero no acepta esa provocación…, y el loco como inadvertido de su enfermedad, soy yo.

Mi apotegma es el siguiente: Si tan solo pudiéramos dominar nuestra mente, hoy no estarías, y yo no estaría.