De sueños y deseos. Pequeño cumulo de palabras.

Tiempo atrás, la noche impregnaba los minutos previos a conciliar el sueño, con insomnio. Día tras día el ocaso se mezclaba entre sabanas viejas y perfumes rancios del pasado. El reloj marcaba una hora desconocida para su cuerpo, pero no para el alma.., este peculiar detalle lo seducía. Una, dos, tres vueltas, la cama giraba sobre el, la ropa era incomoda, dolorosa. Ya las yemas de sus dedos humedecidos se contaban entre si, el no podía soñar. No lograba soñar.

La historia se repetía, mismo actor, el rojo telón de fondo lo atemorizaba, la música tenia un mudo espectral de silencio absoluto. No reconocía la letra porque no soñaba.

Una noche común, de viento a favor y lluvia corriente, se acostó desnudo, sin dolor que lo arrope ni calor de su propio cuerpo, tampoco de otro. Sabanas blancas como el papel de los poemas que jamas escribió y que a una mujer había prometido, casi como una condena. Sin querer, la promesa se cumple o te marca.

Recostado con la mirada en el techo contando viguetas, humedades, y pequeñas arañas que lo rodeaban, pensó sobre el miedo mas profundo del hombre. La soledad. Pensó en su consecuencia, en las causas que nunca se presentaron, pensó en la soledad como el cumulo de errores que no te preguntan si pueden arruinarte la, noche, el día, la vida. Y comprendió todo, ahí en ese instante comprendió todo. No se puede existir, no se puede soñar, no se puede respirar sin lo involuntario del deseo. Se puede olvidar una cara, una mancha en el techo, un gesto, pero con el propósito del deseo mismo. Es un motor que funciona sin nada, ni siquiera aire. Es por eso que es tan costoso hacerlo arrancar, tan simple detalle nos puede matar en intentos, pero cuando sucede mueve todo.

El sueño se apoderó de su almohada, de su conciencia desnuda, del miedo que le provocaba existir sin poder hacerlo. Volvió a sentir la ropa con una textura que ya no quemaba, no tenia techo, el sueño lo impregno de un perfume que jamas olvidaría...

su propia existencia.