Miedo acusando culpa.
Es un simbionte o una criatura tras bambalinas que quiere ser, que quiere transformar. Ese es el miedo.
Cuando atraviesa los mares de la locura, la completa noche que se avecinaba a
lo lejos golpea la puerta. Transmuta insipiente en el maldito miedo. Miedo a
volver a sentirte viboreando sobre mi cuello, a amarte como nunca ame. A no
querer soltar mas las manos que por cobarde e impolutamente imbécil, procedí.
Pero el miedo es llave que no cierra ni abre, solo esta ahí. Música de oídos
desesperados, fruta de paladares olvidados. Contingencia de la memoria o sangre
derramada, da igual. El miedo me sigue riéndose. Miro todos los días al 615 o
al 625, sin decir adiós de una buena vez. Miro y me da escalofríos. Olas y
vientos. Miedo.
Me escapo, como siempre hice, blindando mis sueños y sentimientos, poniéndome
último, escucho y vivo. Lamento y sigo. Maldita culpa, que no es miedo. Maldita
culpa de haberme ido.
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