Estaba perdído...


Te doy las gracias, por hacerme ver sin destellos ni pompas de jabón, lo que realmente vale desde los principios hasta los finales. Gracias por enseñarme la dicha de la verdad, y lamentarme a tiempo para no dejarme ir. El reloj dejo su huella marchitarse en mi memoria, pero lejos de perderte…, estoy cerca de anhelarte. Gracias por las enseñanzas y las locuras con mi tiempo, por pensar lo simple demasiado…, y librarme al azar con lo complejo; por amar y ser amado, por llorar y reír sin remedio. No soy nadie y soy todos, hasta puedo equivocarme de mil modos…, pero voy a ir siempre con las manos vacías hacia tu rostro, para que me llenes de emociones y encantamientos de niño; para que me mires a los ojos y no sentirme vacío. Hace tiempo que no estas, y un cartel luminoso te trajo de nuevo, dándome las palabras que no escucho, las respuestas que no tengo.

Como si fuera poco, la dicha llega a mi en lagrimas, como susurros del tiempo…, aprendí de nuevo las reglas de esta historia, y me expreso con ellas día a día en tu memoria…

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